Modificaciones para mantener su magnificencia. Mercé Tena Campos
MERÇÉ TENA CAMPOS
ALUMNA MBA BARCELONA
Existe una ley no escrita y muy bien resumida en tres palabras que dice “renovarse o morir”. Y es así, en casi todos los ámbitos de la vida, o te adaptas a los cambios o no tienes futuro, es pura selección natural. Pues bien, nuestro sistema sanitario no es una excepción. Después de una profunda metamorfosis de la sociedad para la que fue diseñado, o se reforma, o está destinado al más absoluto fracaso. El aumento de la esperanza de vida, la cronificación de muchas de las enfermedades antes mortales y la aparición de terapias cada vez más caras y sofisticadas a la vez que necesarias, son los tres motivos principales que hacen que, tal y como está planteado, el modelo de sanidad actual sea insostenible. Tenemos un modelo de sanidad con unas bases sólidas que hasta ahora ha sido un ejemplo para otros países por su abasto, equidad y eficiencia. Pero ha llegado el punto en el que manteniendo su base estructural han de aplicarse una serie de modificaciones para mantener su magnificencia.
En primer lugar creo es necesaria una evaluación objetiva de los servicios prestados para definir cuáles de ellos son básicos, con el fin de reducir actividades superfluas y tratamientos de escaso valor. No sirven de nada las clases de preparación al parto si después no hay un médico que te atienda durante el mismo.
En segundo lugar, hay que gestionar mejor la pluralidad de nuestro sistema. Nuestro modelo de salud está fragmentado en 17 minisistemas, que en sí, no es malo, pero hay que saber gestionarlo. Hay que uniformizar criterios para poder disminuir la variabilidad de la práctica clínica, así como estandarizar un sistema de resultados en salud, que permitan determinar qué las medidas más coste-eficientes y aplicarlas homogéneamente en todo el país. Además los acuerdos entre CCAA para la adquisición de fármacos y la gestión de las compras, permitiría abaratar los costes del proceso.
En tercer lugar, hay que educar a la población para el uso racional del sistema. Hay que explicar que todos somos corresponsables de que nuestro modelo de salud sea funcional y eficiente. Como ciudadanos, tenemos nuestros derechos, pero también nuestros deberes, y hay que entender que la salud no es gratis, es un privilegio que hay que cuidar. Esto pasa por una educación de base en las escuelas, lo que se conoce como health literacy, y por exigir al paciente un compromiso. Es decir, hay que condicionar el tratamiento para una determinada patología a que el paciente realice las medidas correctoras en su estilo de vida necesarias para que este sea efectivo y no haya recaídas.
En cuarto lugar hay que aprovechar las herramientas que las nuevas tecnologías nos proporcionan. Es necesario que haya una cohesión, trabajo u objetivos comunes entre los diferentes especialistas que tratan a un determinado paciente, muy fácil de conseguir a través de la comunicación on-line y del historial informatizado. Esto permitiría ahorrar tiempo y pruebas diagnósticas redundantes, resultando en diagnósticos más certeros. También permitiría reforzar la conexión entre la atención primaria y la especialidad, muy necesaria para desestresar el sistema.
En quinto lugar, habría que sacar partido al potencial de la industria farmacéutica más allá de los acuerdos de riesgo compartido. Es decir, integrarla en el sistema como un partner más, en lugar de un enemigo al que tener controlado. Se trataría de una relación simbiótica en la que todos salieran beneficiados: la industria, el sistema de salud y el paciente.
Finalmente, habría que corregir pequeños defectos inherentes a cualquier institución pública independientemente de su función. En primer lugar, es de gran necesidad despolitizar el sistema nacional de salud. Existe una desconfianza de los profesionales hacia las administraciones sanitarias por el hecho de que su funcionamiento se base en criterios partidistas y poco objetivos, y eso provoca desmotivación y falta de colaboración, que no favorece el buen funcionamiento de la institución. Por otro lado sería positivo aplicar medidas de control más estrictas de los trabajadores del sector como el pago por desempeño.
Más allá de todas las medidas anteriormente comentadas, el copago es un valor seguro, ya que es una forma directa de aumentar los ingresos. Creo que tendría que ser la última opción a valorar, pero lo que tengo más claro es que la salud es un privilegio, y no se me ocurre otro mejor por el que pagar.