El futuro sanitario, un libro en blanco por escribir…
El entorno sanitario está viviendo una de las peores crisis de su existencia, agravado sin duda por la situación global actual. Morir de éxito es quizás de las peores cosas que pueden pasar en la vida. Una de las cosas más curiosas que están pasando en estos últimos tiempos es que parece que todo el mundo conoce y tiene exactamente detectado "el problema", y nos pasamos horas y horas en un bucle interminable, hablando de él, dando muestras suficientes de conocerlo, de tener toda la información, todos los pros y todos los contras, los datos, las cifras… Una mareante cantidad de información que todo el mundo tiene perfectamente definida. Pero por desgracia se repite una y otra vez la misma situación en todos los stakeholders: nadie, absolutamente nadie aporta soluciones; nadie aporta su visión para solucionar, desatascar o buscar vías para salir del problema.
Te das cuenta de que todo el mundo trabaja y piensa de una forma reactiva, todo el mundo tapa agujeros en esta interminable tubería que tiene pérdidas por todos sitios y de alguna forma el mensaje que te llega es que ya lo solucionará alguien, ¿pero quién?
Te inundan con mensajes apocalípticos que siembran más el miedo y la duda (¡que viene el coco!) que con mensajes de esperanza que te motiven a unirte a causas y sumar esfuerzos para acabar con ese caos en el que estamos sumidos. O por lo menos con propuestas que te estimulen a trabajar.
La sensación que uno vive desde el punto de vista del observador, o simplemente como parte afectada por todo este entorno, es únicamente la de la supervivencia. Nos han domesticado de tal forma socialmente que somos esclavos de nuestros propios hábitos, miedosos de lo que vendrá y temerosos de lo que tenemos, inseguros siempre, porque se haga lo que se haga no te lleva a ningún sitio. Es como si tuviéramos una enfermedad crónica y sólo tratáramos los síntomas, pero absolutamente nadie se atreviera a afrontar y a tratar la causa aunque ese tratamiento nos pudiera provocar efectos secundarios.
Es curioso como nos hartamos de juzgar y dar consejos a los demás de cosas que ni nosotros mismos estamos dispuestos a hacer. Dar ejemplo pasó hace muchos años a mejor vida, y valores como la honestidad, el respeto, la confianza, la responsabilidad, etc. han quedado aparcados y sustituidos por otros valores como el trabajo en equipo, adaptación, etc. Valores que tienen más que ver con el arte de esconderse en medio de la multitud, que es lo que suele pasar, que con el de hacer cada uno lo que realmente sabe.
Tener iniciativas se castiga, los emprendedores dan miedo, los valientes también. En este mundo de masas las únicas individualidades que nos quedan actualmente están curiosamente en los deportes. Es el único escenario donde se permiten porque necesitamos idolatrar a alguien, pero aun así estas individualidades están obligadas a dar el mensaje de que son parte de un equipo, de un todo, que les resta valor y mérito a ellos, como si de alguna forma no quisieran ese papel o no estuviera bien visto que fueran diferentes.
El final lo que sí que es una evidencia es que los líderes no son tales y están educados como la inmensa mayoría a formar parte de un todo, a ser una pieza mas de un inmenso puzzle. Es por esto por lo que cuando los eligen para liderar están vacíos de valor, de ilusión, de ideas propias, que al final son las que definen a un líder además de su carisma y poder para influir en las masas que es lo que se le presupone. Al contrario, vemos una y otra vez que nunca dicen lo que piensan, sólo lo que es políticamente correcto, repiten frases hechas y, lo peor de todo, sin sentido.
Y en este caos en el que estamos, global por supuesto, nadie, absolutamente nadie trabaja para buscar soluciones, para proponer soluciones, para cambiar y eliminar todo aquello que sabemos perfectamente que no funciona. Simplemente vamos poniendo parches y más parches esperando que el problema se solucione solo. Y todo esto, curiosamente, con el objetivo de seguir sobreviviendo, para que todo siga como estaba, cuando todos sabemos que nunca mas va a volver a estar así.
Hacen falta líderes, soluciones, ilusión y la suma de muchísimas individualidades preparadas cada una para aportar miles de pequeñas soluciones a un evidente problema.