El acceso a los fármacos en España: ¿un conflicto de intereses irresoluble o una obligada necesidad de entendimiento?
Corren tiempos difíciles en los que me pregunto si el acceso en España a las prestaciones sanitarias en general y a los fármacos en particular se ha convertido en un conflicto de intereses sin solución o, por el contrario, en una obligada necesidad de negociación y de entendimiento entre las partes implicadas.
La crisis económica que nos afecta desde hace años ha impactado duramente en todos los sectores productivos de nuestro país y en el de la industria farmacéutica particularmente. Y ante la pregunta de cómo puede recuperarse la industria de esta situación hay que plantearse que rara vez la resolución de una crisis depende exclusivamente de un único actor, sino que generalmente, en esa búsqueda de recursos e iniciativas para superar las dificultades, intervienen factores externos a lo que el afectado, por voluntad propia es capaz de llevar a cabo.
Esto se pone especialmente de manifiesto en la situación actual del acceso al mercado de los fármacos innovadores, especialmente de los de alto impacto económico, siendo éste un terreno de juego en el que intervienen tres protagonistas principales: la propia industria farmacéutica que pone a disposición de la sociedad la innovación farmacéutica, nuevos productos que curan enfermedades hasta ahora incurables; la Administración, que ha de garantizar la prestación de servicios sanitarios a los ciudadanos y, además, hacerlo de manera eficiente; y la sociedad, los pacientes, que financian la sanidad mediante el pago de impuestos y son receptores en último término de la innovación que la industria desarrolla.
En esta compleja coyuntura, hoy en día parece existir un conflicto de intereses entre estos tres actores sin visos de solución. O al menos esta es la impresión que surge al repasar los últimos acontecimientos ocurridos, por todos conocidos: mareas blancas, encierros y huelgas de hambre por parte de los pacientes, decretos de bajadas de precios a la industria farmacéutica…
Simplificando, podríamos resumirlo en el encuentro sin acuerdo de:
- Una industria con capacidad técnica para el desarrollo de nuevas terapias.
- Unos pacientes con necesidades de acceso a esas nuevas terapias.
- Una Administración endeudada, con obligación de proveer a sus ciudadanos los mejores servicios y recursos, pero sin liquidez para poder hacerlo.
La ecuación es simple: un actor (los pacientes) necesita un bien (los fármacos innovadores) que otro actor lo tiene disponible (la industria), y hay un canal intermedio (la Administración) que sufraga los costes de dicho bien. Pero la solución no lo es tanto; de hecho, el panorama actual es una prueba de ello. Aún no se ha conseguido resolver este conflicto entre las partes.
A mi juicio, la única solución que puede resolver esta sencilla y a la vez complicada ecuación es el entendimiento entre las partes, el cual pasa necesariamente por la voluntad de aunar esfuerzos en aras de avanzar por un camino en el que “todos ganen”; que ganen algo de mayor valor, aunque para ello tengan que renunciar a otras partidas. Ahí está la clave: quizá no se puede pretender tenerlo todo cuando corren tiempos difíciles.
No es éste un objetivo sencillo, sin lugar a dudas, pero en mi opinión es la única solución para evitar males mayores que ninguna de las partes implicadas debería permitirse. Sin disposición para entender la problemática del resto de actores no será posible alcanzar un espacio de consenso, y sin éste, el escenario que se augura es mucho peor:
- La pérdida de tejido industrial de calidad por la incapacidad de la industria para continuar invirtiendo en I+D en España, con todo lo que ello implica
- La imposibilidad de la Administración de ofrecer a los pacientes el acceso a la innovación farmacéutica disponible y que estos demandan
- La indefensión de los pacientes ante las diferencias en el acceso a los recursos sanitarios que necesitan para curar sus enfermedades, en función de si el coste de los tratamientos que precisan es asequible o no para la Administración o, dicho de otra forma, de cuán costoso resulta el tratamiento de la enfermedad que padecen.
Por todo ello, esta problemática actual ha de derivar en una obligada necesidad de entendimiento entre las partes, de una mejora en la relación entre la Administración y sus administrados, entre lo público (la Administración) y lo privado (la industria) y entre la industria con la sociedad. Personalmente considero que solo se conseguirá este entendimiento si los estos tres actores ceden en sus planteamientos más individualistas a favor de un acuerdo que garantice los mínimos indispensables para el bienestar de todos ellos. Así, creo necesario que:
- La industria se haga eco de la problemática de endeudamiento de la Administración y trabaje en el establecimiento de una relación a largo plazo, estando dispuesta a perder alguna partida a cambio de continuar en el terreno de juego.
- La Administración muestre una actitud abierta al debate para la búsqueda conjunta de la mejor solución común y no actúe a golpe de decretos y medidas unilaterales.
- Que los pacientes y la sociedad en general asumen que todo beneficio tiene un coste y que cuando corren tiempos difíciles no basta con buscar culpables, sino que todos tenemos que arrimar el hombro y estar dispuestos a analizar objetivamente de qué servicios se puede prescindir. Hemos de asimilar que, si queremos mantener nuestro tan hasta ahora admirado sistema sanitario, la Administración no es, en absoluto, la única responsable del cuidado de nuestra salud; y por ende, deberemos ser más responsable en el autocuidado y, especialmente, en el buen uso de los recursos; lo que, por qué no decirlo, es probable que nos lleve a asumir que quizá tengamos que renunciar a la financiación de ciertas prestaciones farmacéuticas que la gran mayoría de la población se puede costear, a cambio de facilitar el acceso a esos otros fármacos innovadores y de alto coste que todos tenemos en mente.
La solución existe, ahora es cuestión de empezar a entenderse.