Cambios para afrontar debilidades. Pilar Lasierra Resa
PILAR LASIERRA RESA
ALUMNA MBA MADRID
En España tenemos la suerte de tener una sanidad de calidad garantizada. Damos por hecho que tenemos derecho a estas prestaciones sin pararnos a pensar en la complejidad del sistema y en que, lamentablemente, no es sostenible. El sistema nacional de salud (SNS) tiene muchas fortalezas, pero voy a centrarme en algunas de las debilidades y dar mi visión sobre los cambios que a mí me parecen más importantes.
El principal problema, a mi parecer, viene de la descentralización del sistema, que ha derivado en grandes diferencias entre las comunidades autónomas (CCAA), no garantizando equidad en todo el territorio español, tal como indica la ley. Existe un ministerio de sanidad, pero carece de poder. Creo que al menos habría que establecer unos mínimos que fueran de carácter estatal y, las CCAA tendrían que unir fuerzas y tomar decisiones en conjunto. Los planes de coordinación entre CCAA en zonas limítrofes hace frente a la realidad de la movilidad de los ciudadanos, pero no es suficiente. Habría que crear una tarjeta sanitaria única e informatizar la historia clínica de los pacientes a nivel estatal, de forma que cuando se les tuviera que tratar fuera de su lugar de residencia, el personal sanitario tendría acceso a todos sus datos y así la atención sería más ágil y se evitaría la repetición de pruebas.
En cuanto a los pacientes crónicos, la ley establece que han de tratarse a través de “la actuación simultánea y sinérgica de los servicios sanitarios y sociales”. En mi opinión la coordinación entre estos dos servicios podría mejorarse y transferir más competencias a los servicios sociales. Es un gasto innecesario que un paciente de estas características esté en un hospital, cuando podría estar en su casa o en otro centro especializado.
Aunque no es explícitamente algo a cambiar en el sistema nacional de salud, creo que habría que hacer un esfuerzo en la prevención de enfermedades. Esto implicaría una reducción en el número de pacientes, con el consiguiente ahorro en atención primaria, hospitalización y tratamientos. Poniendo dos ejemplos claros, el cáncer de mama puede tratarse a tiempo si se hace el seguimiento adecuado; y las enfermedades derivadas del tabaquismo podrían prevenirse consiguiendo una reducción en la población fumadora, a través de campañas y programas específicos.
Las reformas nunca son populares, porque en general tenemos miedo al cambio, pero tal y como está ahora el sistema no lo podremos mantener por mucho tiempo. El SNS se financia a través de impuestos y me parece bien que en España (a diferencia de otros países europeos) no tengamos un sistema de copago al ir al médico. En mi opinión, estos copagos pondrían en riesgo la atención sanitaria de las clases más desfavorecidas. Sin embargo, es una realidad que en muchos casos se hace un mal uso de la atención primaria y sobre todo de los servicios de urgencias, que están saturados. Establecer unos servicios mínimos o de urgencias en ciertos centros de salud los fines de semana para tratar casos “leves” descongestionaría el sistema. Además, como en tantos otros puntos, es fundamental concienciar a la sociedad del coste real de los servicios que disfrutamos e interiorizar que es un sistema que pagamos todos y que hacer un uso racional repercutirá en nuestro propio beneficio. Así que apostaría por campañas publicitarias, y si no funcionan, lamentablemente habría que replantearse un sistema de copagos (en función de la renta, con máximos al mes y una aportación baja) que disuada el mal uso pero no el necesario.
En resumen, hay que revisar el modelo actual de SNS, porque cada CCAA actúa de forma unilateral y creo que todos los españoles deberíamos tener acceso a los mismos servicios. Y por otro lado, más que aportar más dinero al sistema creo que hay que ser más eficientes y como ciudadanos y pacientes que somos todos, es nuestra responsabilidad contribuir a ello.